miércoles, 24 de febrero de 2010

Felicidad y amor.


Hace tiempo que no escribo, de pronto los tiempos y situaciones nos distraen de cosas que disfrutamos mucho, como escribir. Este mes, como el año pasado, dedicaré una entrada a temas amorosos, pues parece que el tema se vuelve aún más recurrente durante este periodo (por lógicas estrategias mercadológicas).

Ahora, este febrero, a diferencia del pasado, mi postura ha cambiado -qué bueno-, la idea de que no existe amor feliz se ha ido; ahora creo en la posibilidad de entablar relaciones de pareja sanas, sólidas y basadas en certezas. ¿Cómo entablamos este tipo de relaciones? No sé si haya fórmulas -si alguien la tiene, ande, no sea así, rólela-, lo que es cierto es que durante años absorbemos una concepción de amor ideal mediatizada, donde el cine, la música, la televisión, entre otros, nos dicen lo que es una buena relación: siempre deben estar bien, el otro sabe lo que quieres y lo interpretará; comparten todo, se vuelve el motivo de tu vida, estará contigo en las buenas y las malas, debe cuidarte, protegerte y mimarte -bueno, esto sí háganlo jaja-. Y con esa visión nos relacionamos. Pero además, hay otras sentencias, como: no confiar en todo lo que dice, juegos y estrategias para llamar la atención del otro, promesas... Queremos asegurar que saldremos lo menos lastimados de esto. Lo terrible es que lo anterior no se da como por arte de magia, ni mucho menos, llegará un príncipe azul -ni rojo, ni verde, ni de ningún color- a rescatarnos y ser quien nos saque de un hoyo. ¿Por qué vemos en otros nuestra salvación y motivo de felicidad? He escuchado numerosas veces a amigos, parientes, etc., asegurando que la razón de sus desdicha es provocada por "otro" ser a quien le han dado su amor incondicional y éste lo ha traicionado y pisoteado. ¿De verdad es culpa del otro? ¿Por qué debe alguien ser nuestro soporte, nuestro aliciente para estar bien o mal? ¿Por qué ponemos ese poder en otro y no en nosotros mismos? Al final es muy cómodo culpar a personas externas por nuestra felicidad o infelicidad. Otra cosa muy repetitiva es cuando se dice que tener novio(a) llenará el vacío, que seguro es la parte que falta en nuestras vidas, que el amor de pareja es la cosa más importante e indispensable del mundo y andas triste buscando a ese alguien que te saque de ese estado de ánimo o de la soledad.

Al final, lo que sucede es que terminamos poniendo en el "otro" una expectativa altísima, una serie de atributos y cualidades que quizá no tenga y sea nuestra misma necesidad proyectada en él lo que hace que creamos que eso es verdad. ¿Qué sucede cuando te das cuenta de que no es así? Si fuera todo eso bueno que decimos que es, ¿no lo verían también todos aquellos que lo rodean? Aunado a eso, al enamorarnos de alguien, esa persona sufrirá una serie de cambios propios de nuestra raza -dónde estaríamos si no cambiáramos, si no tuviéramos la capacidad de quitar, poner o sustituir creencias, conocimientos, ¿cómo asimilaríamos el mundo y su vaivén? ,¿cómo creceríamos?- Entonces, ¿por qué reclamamos que alguien cambie? -no les parece familiar eso de: "tú no eras así conmigo", "es que así no me acostumbraste" "antes me dedicaba más tiempo". No sé cuántas veces lo he escuchado, lo que sí sé es que lo dije alguna vez con esa dependencia y frustación.

¿Por qué cargamos con eso? ¿Dónde quedan la confianza, la libertad y el amor? ¿Qué es el amor y de qué nos enamoramos? Se pone que es un sentimiento bello, ¿cómo pueden suscitar cosas tan negativas? ¿No queremos que la persona a quien amamos esté feliz? ¿No estamos ahí para compartirnos, para dar lo mejor de nosotros? Por supuesto que nuestros actos pueden lastimar a segundos -hay que cuidar lo que decimos y hacemos, sobre todo cuando estamos conscientes de este punto-, pero ¿cuánto pueden hacerlo?, ¿hasta qué punto lo permitimos? y por consecuencia, si nos pueden lastimar tan fácilmente, ¿no será esto un foco de atención que nos diga que algo no anda bien con nosotros?

Me extendí. Es complicado, o más bien, lo hemos hecho complicado; estemos bien para compartirnos, para entregarnos a otro, sin esperar, sin exigir, eso se da o no, no hay más, y si no se da, hay muchas posibilidades y grandes cosas que vivir y cultivar en nosotros para cuando encontremos o nos encuentren. Se trata de ser felices, de poder comunicarnos, de liberarnos de orgullos y estereotipos novelescos, de comprometernos -no como comprimiso de papeles o de promesas-... ¿a quién le gusta sufrir? -a los emos jajajaja-


¡FELIZ NO 14 DE FEBRERO!