Mientras Lina escribe su lista de invitados, por acá estamos organizando todo para que sea innolvidable... Están invitdos.
Brenda, tampoco soy la misma desde que estamos juntas... Ellas, mis ellas :)
De verdad una semana rara, llena de reencuentros. ¿Han dejado de ver a alguien que fuera importante en su vida y encontrarlo después de 7 años? ¿O por un mes y compartir una cena? Todo eso me puso a pensar (y a sentir, que fue lo más extraordinario)
¿Sabían que las personas pueden estar enojadas con uno por 7 años? Yo no. Pero son de esos enojos que se borran con un: no lo supe, lo siento tanto, ¿podrías perdonarme ahora? O un: sí, me arrepentí, mas no puede decir nada y ya no hay mucho que hacer. Aclarar situaciones después de tanto tiempo es tan... extraño, pero como ya no duele, es, al mismo tiempo, más honesto. Al final fueron más las sonrisas que las explicaciones y más grata la sorpresa porque encuentras a alguien tan igual en esencia y tan distinto y completo. Te puedes esperar todo en 2555 días, pero no, eso que estuvo sigue ahí. Creo que en el fondo lo sabemos.
Esos reencuentros también te dicen cosas de ti mismo, como que soy una ingrata y un poco cobarde, y que siempre he huido y que también, me han dejado huir. La próxima vez seré más clara: mira, mejor digamos así, sin tapujos, cómo somos y qué quieres tú y qué quiero yo, porque entonces, si mi cabeza construye castillos sin preguntarte y luego, salir huyendo si las situaciones contradicen mis sueños o si me lastiman, porque soy una soñadora, una cursi, idealista y perfeccionista, ¿cómo ves?
Pero entonces, ya nadie me reclamaría en 7 años.
También me di cuenta que la memoria es increíble: guarda todo y sólo necesitamos concentrarnos unos momentos para que vengan otra vez los recuerdos. Es ingrata también, porque a veces deja, en primer plano, lo no tan bueno, aquello por lo que decidimos huir o aquello que nos dejó con mil preguntas en la boca y en el pecho, y se guarda, cual tesoros, lo mejor, esas palabras y los momentos que nos hicieron perder la cabeza, la cordura. Supongo que es un mecanismo de defensa, de sobrevivencia y con el tiempo nos entrenamos y el bloqueo es más sencillo.
Y bueno, después de poco más de un mes es distinto, porque aunque quieras decir algo, el pecho se llena de sentimientos y no te deja pronunciar palabra. Decir que se echa de menos parece peligroso, parece inapropiado y hasta absurdo. ¿Qué alguien me diga cuándo han sido lógicos nuestros sentimientos? Aún así, compartir una sonrisa, hacer algo que me nacía y quería hacer para él, haber superado el miedo, los nervios y el “qué pensará” fue un gran paso para mí, que ya no quiero ser tan ingrata y cobarde.
Y lo más raro es topártelos el mismo día, en el mismo lugar...