martes, 27 de enero de 2009

Espejismos nostálgicos


Lo he llamado: la crisis del primer cuarto de siglo. Y es que el año que se fue y lo que va de este y quizá un poco antes, he notado que mis contemporáneos (y yo) pasamos gran parte del tiempo hablando del pasado, de la infancia, los amigos de la secundaria, preparatoria, universidad... de todas esas cosas que solíamos hacer y ya no hacemos más, ¿qué ha pasado? me pregunto: ¿el trabajo, las responsabilidades, la rutina nos sumerge y lo único divertido es hablar de eso que solíamos hacer: los viajes de mochila, las veladas largas y locas llenas de “debrayes”, que nos provocaban al día siguiente "cruda mental", los escapes, la locuras, los experimentos, las sorpresas?


Las veladas se han vuelto bohemias casi siempre, pláticas de lo que hacemos en el trabajo, las nuevas teorías, lo que leemos, el cine, las historias no nuestras... ahora cuando conoces a alguien en lugar de descubrirse poco a poco, hablas y hablas como aplicando un test para ver “si es compatible contigo": “¿a ti qué te gusta?, ¿el café con crema o sin azúcar?, ¿tu música, qué música te gusta?, ¿conoces a Johnny Cash? ¡¿No?! ¿ron o whisky? ¡¿agua?!” No, no, seguramente no encajaríamos.

Yo creo que es miedo. El pasado es terreno seguro, no podemos perder lo que no arriesgamos. Pensamos que fue mejor y, condenamos así, el presente, el futuro. Y quizá si lo fue, porque a diferencia de hoy, teníamos algo mejor que ofrecer: las ganas de arriesgarnos a vivirlo, de disfrutar el momento (ese instante que sí, irremediablemente, se irá) y encontrar, en otros, no sólo aquello que creemos reconocer sino también, aquello que no sabemos de ellos, pero que nuestra experiencia viciada nos dice "ah sí, ya sé para donde va, ya sé dónde terminará esto y lo que responderás". Y la magia termina justo ahí, sin mayor esfuerzo. Queremos señales, queremos las palabras idóneas, el poema leído en boca del otro…

Vivimos, entonces, de un espejismo nostálgico, que nos ata al pasado y nos impide nuevos recuerdos, más vivos cuando más cercanos. Y quizá de todo esto, tenga la culpa Bukowski y su epitafio: don’t try!

3 comentarios:

LuKiA dijo...

COMENTARIO DEJADO A LEILA MARCOS:
Soy profesora, y hoy en día estoy tocando temas de percepción selectiva, que dice, a grandes rasgos que uno elige lo que quiere ver. Yo siempre pensé que los temas me perseguían de alguna manera, pero más bien, siempre están, solo que no los ves porque tus necesidades del momento son diferentes. La "percepción" es el filtro de aquello que llega a nuestra memoria, a nuestra cabeza. Así, y como nueva casualidad ya no tan casual, me encontré con tu tema en un momento donde el pasado es para mi, ese espejismo nostálgico (como lo dijo alguien líneas arriba). El pasado es terreno seguro, no podemos perder lo que no arriesgamos y siempre queremos darle vida eterna a esta efímera vida. Lindo día Leila! Saludos desde México.

LEAN A LEILA (VER BLOGS QUE SIGO)

venturimi dijo...

La vida hay que vivirla con miedo a perderla y a malgastarla. Racionar cada caricia, condicionar cada beso. Poner trabas burocráticas en cada pensamiento porque nunca sabemos cuando puede todo acabar. Nunca sabremos cuando puede ser el zenith de nuestra vida y lo demás solamente decadencia. Por eso solo nos queda el consuelo de que cuando todo se haya ido el nuestro fue un esfuerzo por hacerla infinitamente pesada.

LuKiA dijo...

Supongo, venturimi, que uno vive la vida como lo decide. El miedo puede ser motor, puede ser motivo, aquello que deseas superar, que deseas vivir y vas con temblor en las manos, con un palpitante corazón, con nudos en la garganta. Y así también, el miedo puede ser aquello que nos impulsa a dar la media vuelta y volver, a no abrir la caja de pandora o el cofre del tesoro. Lo importante no es tener miedo o no, siempre lo tendremos; el punto es qué es lo que le hace a cada uno.