domingo, 11 de septiembre de 2011

9 de septiembre


Confío en sus palabras, siempre estaré a su lado; ni el tiempo ni la distancia importan cuando amistad y amor fraternal se conjugan.

Yo tenía 11 años cuando la conocí; ella 12 -tan fuerte, tan irreverente-; ambas buscando de donde sostenernos... y nos topamos. Choque de egos, similitud en contextos. Hubo batallas perdidas de ambos lados hasta que poco a poco la tregua llegó; no había guerra entre nosotras que luchar, había que unir fuerzas para combatir los prejuicios que nos rodeaban y que nos cegaron largo rato. Los años que vinieron cuidamos nuestras espaldas y luego llegó lo inevitable: los caminos se bifurcaron. Fue la primera vez que tuve conciencia de lo era una pérdida, un duelo. Sí, a 16 años de distancia no es lo mismo, porque no somos las mismas; cambiamos, la vida hizo lo suyo, pero aún reconozco esa esencia suya en cada cosa que hace, ese ímpetu, esa bondad, esa magia...

Cuando pienso en esas niñas que tuvieron la fortuna de encontrarse, sonrío. Sin ella hoy estaría perdida, sería una incrédula. Ella vino a demostrarme que valía la pena, que había que aferrarse al sueño y que juntas podíamos lograrlo.

La admiro, la respeto, la amo profundamente.

A Naria, a ti, amiga y hermana de lazos mayores a los de sangre: cada año me cuesta más escribirte, porque a veces las palabras no me alcanzan para agradecer y demostrarte lo mucho que te quiero y todo lo que me significas.

¡Feliz cumpleaños!

PD. Pronto, pronto...

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