Escuchaba a dos mujeres hablar en un café –estaban en la mesa de junto-, una de ellas decía que era infeliz en su matrimonio, que él –el hombre ingrato- le ponía poca atención, que le había hecho mucho daño, que algo se había roto. Narraba con lujo de detalle lo que había provocado su distanciamiento: las largas noches de espera, la angustia de la duda, la tristeza de la soledad, las dolorosas peleas, la nostalgia por el pasado, los sueños futuros no cumplidos…
Los cobardes tienen la nostalgia en la piel.
En un lugar alguien dijo que debe ser una carga muy grande, para un hombre, saberse el único motivo de existencia para una mujer y para ella, debe ser tormentoso no tener otra cosa a la cual aferrarse en la vida.
Los cobardes viven en el apego.
-¿Ya se lo has dicho, qué has hecho? – preguntaba otra.
- De todo, hemos hablado, me he enojado, nos separamos una vez por un mes y volvimos, no sé qué más hacer.
- De todo, hemos hablado, me he enojado, nos separamos una vez por un mes y volvimos, no sé qué más hacer.
Los cobardes no ven los finales, se aferran a las ruinas; son ciegos y sordos.
-¡Ay amiga! Él no te merece, cuando te pierda entonces entenderá, ¿tú crees que otra lo aguantaría? Así como dices que es, seguro no durará su amorío. Deberías darle una lección, vete de vacaciones, comprarte ropa nueva, arréglate o búscate un amante. -Ya no sé qué hacer – su voz se quiebra. - No, no te pongas así. A ver, cálmate, ya verás que algo se puede hacer. ¿Ahora dónde está él? ¿Sigue trabajando?
Los cobardes buscan compasión, la necesitan, es su droga
Después de un rato de hablar de las “soluciones”, ella, como hablando para sí dice: -Debería dejarlo, debería ir, divorciarme. Pero, ¿qué haría él sin mí? Yo lo cuido, lo administro, le arreglo su ropa, hasta lo ayudo con su trabajo, ¿a dónde iría a parar si me voy?, ¿quién va a cuidar que las cuentas se paguen? Haría perder hasta la hipoteca.
Los cobardes sobre protegen, quieren sentirse útiles para otros: hacen daño.
-Le dije que me iría, que ya no es el hombre con el que me casé, al que conocí. Ahora es frío, se enoja con facilidad, explota por todo, no le importo yo ni su hijo. Por su culpa ___ es un niño berrinchudo y grosero.
Los cobardes siempre tienen la razón. Buscan culpables. Son víctimas.
-Ya debo irme a casa, él está por llegar y seguro me preguntará dónde andaba.
Los cobardes temen al cambio, a la soledad física y a ellos mismos.
Saludos
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