martes, 9 de junio de 2009

Con los ojos llenos de colores: la India.

Viajar es una de mis pasiones: recorrer, andar, oler, sentir, ver otros lugares y personas; de pequeña me imaginaba con mochila al hombro y unos boletos en la mano. No lo hago tanto como quisiera, pero es mi motivación para -según yo- ahorrar. Cuando voy caminando y encuentro un aparador con algo que llame mi atención, pienso: "este puente, estas vacaciones debo vagar." Así logro controlar mis impulsos cumpulsivo-compradores -no siempre les gano.-

Hay lugares que quiero visitar acompañada y otros, sola. Acompañada significa compartir y ser flexible con muchas cosas. Sin embargo, cuando viajo sola no tengo un plan, a veces ni dinero suficiente, sólo sé a dónde llegaré, luego dejo que todo fluya, que las cosas se vayan dando. A lo mucho llevo una lista de posibles lugares que me gustaría conocer, pero de ahí en fuera, la improvisación es lo mío. Debo decir que esos recorridos me han dejado grandes amigos y varias experiencias gratas -gente chida, lugares mágicos, paisajes que te quitan el aliento- y otras no tanto, al menos en el momento -quedarte sin dinero, perderte, accidentes, robos, caídas...- Al final, regresas con menos equipaje, en banca rota pero con los ojos llenos de colores.

Toda esta explicación para hablarles del lugar que ahora me quita el aliento, el sueño y me ayuda voltear a otro lugar cuando paso frente a un aparador. Hay un libro que un día encontré en un bazar y lleva por título India, así nomás. Hace también algún tiempo, Alejandro Magno era uno de mis personajes favoritos -si digo que Alf, el de la serie gringa sigue siendo de mis personajes favoritos, seguro me abuchearán jeje- . Entonces, dicho libro se complementaba con lo que estaba leyendo sobre Magno, sobre todo, por su paso por esas tierras mágicas. Les describiría aquello que leí, pero mejor se los pongo, quizá de esta forma se entienda de dónde iniciaron mis ganas de pisar ese suelo:

" El encanto de la India.


Alejandro de Macedonia fue el más grande conquistador (...) Todo era suyo: Atenas, la dorada; las islas de Mármol del Mar Egeo; la fenicia Tiro; el misterioso Egipto y el gran desierto que se extiende más allá del Nilo; Babilonia, la de las fuertes murallas; todas las vastas tierras que rodean el desierto salado, en las que las ruinas humeantes de Persia imperial señalaban los lugares por donde habían pasado. Todo era suyo, incluso la estepa que señala el límite del mundo y las montañas coronadas de nieve por donde sale el sol. Sí, todo, excepto este país de Hind al que llamamos India, que se extiende por colinas pardas y caliginosas más allá de donde alcanza la vista hacia el este.

Por primera vez, Alejandro sintió los tormentos de la duda. Había salido a conquistar el mundo, pero aquí parecía no tener fin. ¿Dónde estaban los límites de la India? "Más allá, más allá..." le decían en las orillas de cada río y en lo alto de cada colina. Siempre más allá, hasta que sus tropas ya no quisieron ir más lejos. Habían hecho frente a las hordas de salvajes de Escitia, a los fieros jinetes de Bactriana y a los carros armados de guadañas del persa Darío. Ni los elefantes de guerra del rey Poro los habían acobardado. Pero este "más allá" que nunca terminaba y este mundo caluroso de hombres morenos vestidos de blanco que celebraban ritos misteriosos, como culto a dioses extraños, y que nada sabían del mundo mediterráneo, era algo a lo que no podía enfrentarse. Ni la discusión ni las amenazas harían cambiar sus pensamientos y, de este modo, Alejandro tuvo que volver atrás.

Pero el conquistador del mundo quería saber algo más sobre la India antes de dejarla. ¿Qué tan lejos había llegado realmente en su intento de alcanzar los límites del mundo? Se le habló de ciertos hombres sabios que vivían cerca, cuya sabiduría era famosa en toda la India. -Traédmelos- ordenó a uno de sus oficiales.

-Venid, Alejandro os quiere ver- ordenó el oficial.
-¿Por qué hemos de ir? - constestó el portavoz de los ascetas.

-Porque Alejandro, hijo de Zeus, lo ordena.

-Alejandro no es más hijo de Zeus que yo mismo. Ya que, si Zeus es Dios y los hombres son hijos de Dios, nosotros, como hombres, somos todos hijos de Zeus.

- Si venís, Alejandro no os hará daño. Os dará regalos.

-¿Qué puede dar vuestro Alejandro a hombres sabios? Todo lo que posee son riquezas terrenas y la verdadera sabiduría está más allá de las cosas terrenas.

Exasperado, el oficial dijo:

- ¡Si no venís en seguida, Alejandro os dará muerte!

Con una sonrisa, el hombre sabio contestó:

-Entonces, le daré gracias por libetar mi alma de su cárcel de carne.

Cuando regresó el oficial y contó todo esto al desasosegado conquistador, Alejandro comentó: -¡Qué país es éste!- y se volvió con tristeza para preparar la partida."

Fairservis, W. (1964) India.

Y como dije, esas ganas iniciaron ahí, pero entre más leo sobre estas tierras, mis ganas de pisarlas crecen y crecen. En la India la vida no es costosa -eso me ha contado Valentín que anda por allá-, lo caro es llegar. Espero un día poder ir a ese país, entre tanto, seguiré recorriendo el mio.

Saludos.

Ah! Las fotos son de mi cuate Vale, el chico de lentes de la primera foto, está en Universidad de Nalanda, la Estupa de Sariputra de fondo. La segunda foto la tomó en el monasterio Sri Lankes, en una sesión de meditación por la mañana.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lindura, llevame, me apunto. "Oyes", los mafiositos te extrañamos, mas yo, vente al dfeito y armamos la fiesta.

NITZ

LuKiA dijo...

jajaja
Pues hay que irnos en bola, qué no? yo estoy puestísima. ¿Cómo están los mafiosos? Bueno, un día de estos les caigo.
Saludos y abrazos. Cuídate, ¡eh!