martes, 22 de septiembre de 2009

Quiero llegar a vieja

Hay un gran miedo a la vejez, sobre todo en estas épocas donde la estética es un factor sumamente relevante. En televisión, por ejemplo, podemos ver a artistas como Maribel Guardia que, a sus 50 años, luce un atuendo tan diminuto que no deja nada a la imaginación. Tiene qué mostrar, nadie lo niega. Y así, tener 50 años es ser un adulto maduro, mientras que en la Edad Media llegar a esa edad hubiera representado un milagro.

Las compañías de cosmetología han encontrado, en este fenómeno, un nicho de mercado a explotar, y lo hacen –y caemos-. No hay mucho de qué asustarnos, entrar en el estándar de belleza siempre ha sido uno de los objetivos de las mujeres –también de los hombres, aunque no tan marcado como ahora-, por eso es absurdo vanagloriarnos de que en otras épocas era distinto, porque no es así. El modelo de belleza sí era diferente, es decir, no siempre estuvo de moda ser esqueléticas(os), o parecer jóvenes de 18, pero estaban de moda otras cosas: en la Edad Media y debido a las situaciones precarias de vida, una mujer delgada –como modelo actual- era grotesca, porque la delgadez extrema era asociada a la muerte por hambruna o muerte por enfermedades propias del contexto; las mujeres robustas eran el atractivo, pues quería decir que podrían sobrevivir a tales males y, por ende, cuidar a los hijos –las flacas comían arañas machacadas para poder subir de peso y las mujeres actuales dejan de comer para estar delgadas-. En la época de los tocados y los altos peinados, llenarse de polvo para estar blanqueadas –con lo que lograban taparse los poros, quemarse la piel, envejecerla- y pintarse los labios de rojo en forma de corazón, era considerado "de clase"... Podríamos seguir con más ejemplos, al fianl todo es cuestión de la cultura, de contexto, con la constante: no importa el precio a pagar, hay que entrar en la moda, en los estereotipos.


“Ser bello” es lo in. Hay una discriminación muy marcada a las personas con sobre peso, a los estéticamente distintos, a los que no están dentro de las tendencias que marca la moda –sea cual sea el grupo social al que se pertenezca- y a los viejos. Esta discriminación está ahí, sólo que la disfrazamos de manera elegante y como parte de nuestra cotidianeidad: “¡Mira su pantalón!” “¡Cómo pudo llegar a ese peso y no hacer nada!” “Seguro es una fresa” “Es un geek” “¡Qué viejo se ve!” “¡Come papitas y gorditas!”. Sí, lo hacemos y las generaciones pasadas también lo han hecho, sólo que en el presente somos “diplomáticos” "tolerantes" y no lo aceptamos. ¿Discriminación? ¿Nosotros, los civilizados? No, para nada, si por eso hacemos campañas contra la discriminación…


Por eso hoy nadie quiere llegar a viejo. Se dicen: "a los 33, como Jesús", "no quiero llegar ser un anciano (a) y volverme un (a) inútil y ser una carga", entre varias expresiones relacionadas. ¿A qué le tememos? ¿A vernos arrugados, con dientes postizos, con dolores propios de la edad? Pasa lo mismo que con el concepto de belleza, ser viejo ha cambiado su significado, sólo que el primer término sigue siendo un objetivo y el segundo dejó de serlo. Las personas de la tercera edad -me da risa esta expresión moderna para evitar la palabra VIEJOS- eran consideradas sabias, seres con conocimientos que podían orientar a los más jóvenes; a su cargo estaba el huehuetlatolli: palabra antigua, palabra sabía, donde los mayores plasmaban sus consejos con base en su experiencia. Para nosotros, los viejos son una molestia. En las empresas no los contratan; los asilos han duplicado su número de población; se han creado “las casas de los abuelos”. Se dice que “no están actualizados, que la tecnología y las nuevas formas de vida los sobre pasan, que no entienden los nuevos contextos…” Lamento decirlo: el promedio de vida es muy alto a comparación de otras épocas –con cáncer, pero alto- y la mayoría de nosotros viviremos hasta hacernos pasitas -la pirámide de población se invertirá y en unas décadas seremos más viejos que jóvenes-.


En lo personal, quiero vivir muchos años, todos los que sean posibles –decentemente si no es mucho pedir-. Me intriga saber qué cambiará, qué seguirá igual; si México algún día gana un mundial o si hay un viaje a la luna que pueda pagar –¡ya me vi!-, aunque lo más importante: vivir para estar cerca de los míos, para cuidar a los nietos y que me digan “no abuela, eso ya no se usa, mira, te enseño”. En otras palabras, para no dejar de aprender -hasta que el alzheimer me lo permita- ni de sorprenderme... -quizá esto último si me lo permita el alzheirmer jaja-

¡Saludos futuras pasitas!

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